Poema de José Luis Benítez













BEBER A SOLAS

Escanciar el vino, la corona azul.

Tú no estabas a mi lado...

para festejar la abundante cosecha.

Terminar de apurar el líquido

y entonces me alerté, sentí miedo

y volví para atrás de la memoria fallida.

Todas las posibilidades se veían iguales,

una vez tamizadas por la criba inviolable

del tiempo amigo que se dejó absorber.

De las muchos fantasías, tu apareciste tumbada

sobre un lecho mullido de tu recreada imagen,

recostada no lejos de mí, bastante sorprendido.

Miré por el ventanal hacia la casa adivinada

en lontananza asándose bajo los rayos del sol,

pero la puerta de cal y tierra permanecía cerrada.

Me sentí rico, poderososo y agradecido

al destino por la suerte de acompañarte

en el transcurrir penoso de las horas que nunca

vuelven a sonar, aquellas que se suceden como olas

que expiran en el infinito de los sueños.

Mar, sueños, olas; rayos, luna, amor...

palabras que nombran hechos no vividos.

No entendía nada de cuanto a mi alrededor

se sucedía que me hiciera sin intervalos

recapacitar aquel extraño momento

de incierta luminosidad. El calor sofocante

se colaba por el ventanuco junto al polvo

del camino ardiente fundido sobre la cama.

Sólo empañaba la felicidad de mi corazón

la amenaza siempre posible de aquel eterno

rival agazapado en lo más recóndito

de las sombras que poblaban los recuerdos.

Ese fiero enemigo que mora eternamente

en la imaginación de todo aquel

que se sabe amado a pesar de ello.

La cancela de la casa se entreabrió del moho:

nadie asomó su rostro de fantasma...

Y decidí mejor seguir bebiendo, aun sin ti,

y reconocer la dicha del ser consciente

de mi buena fortuna.


José Luis Benítez